Sobre la Raza

o Demolición del «Realismo» Racial

Parece una cuestión perogrullesca. Pero es sorprendente cómo en la época de la ideología de género, la «teoría» Queer y estupideces varias que nacen de la vulgar desvinculación de la realidad de las cosas de los imaginarios culturales, que desde las derechas en lugar de luces aparezcan sombras para engordar el irracionalismo ya desde las periferias de la corrección política o el «consenso». Tal es el caso de los asuntos tocantes sobre la raza, que deberían haber quedado zanjados desde mediados de la década de los 2000’s con la finalización del proyecto genoma humano; peor aún, las pretensiones de un supuesto «Realismo Racial» que viene sostenido y aderezado por pseudociencias, categorías científicas obsoletas propias del siglo XIX, y mucho del irracionalismo y superchería.

La esencia de «Raza»

Empecemos por decir que una clasificación Darwinista ortodoxa en la biología moderna no sólo es falaz sino que simplona y miserablemente burda. No se puede culpar a Darwin por ignorar todo en cuanto se refiere a genética, después de todo, los trabajos de Mendel, padre de ésta rama de la biología, serían redescubiertos a principios del Siglo XX y, además, Darwin menos que científico, era un naturalista que hacía observaciones que lo llevaban a una suerte de filosofía espontánea de la naturaleza. Pero si se puede fustigar fácilmente a quien quiera, por meros rasgos fenotipos (comunes y visibles en una población determinada) y en plena entrada de la segunda década del siglo XXI, realizar clasificación alguna sobre la taxonomía de las especies.

Corría entonces el Siglo XIX, y mientras por un lado teníamos desarrollándose todo el folklore pseudocientista de los «racialistas» modernos por parte de una interpretación sociológica de Darwin, que no era biólogo (científico) sino naturalista (y uno espontáneo), como de hecho lo hizo [1]; del otro teníamos a un verdadero biólogo, matemático y, en rigor, científico, viendo bajo la lupa en un laboratorio la esencialidad de las causas genéticas de las variaciones fenotípicas en una misma especie de guisantes —esto es, operando en cuanto científico, por medio de instrumentos en un laboratorio—. Y surgen de estos experimentos un mejor entendimiento de los mecanismos de herencia así como conceptos tales como «alelos», a saber; diferentes formas de un mismo gen que generan caracteres diversos.

Se consideran miembros de una ‘subespecie’, entonces, a todos aquellos individuos que, mostrando diferencias fenotípicas y morfológicas, comparten el mismo código genético, esto es, los mismos genes y de cambiar, cambiados en la forma en que de hecho lo hacen. O sea, una diferencia morfológica, como puede ser un cabello rubio, es una forma cambiada del mismo gen que genera el pelo negro, en la manera en que este gen de hecho cambia, manifestada en todos los miembros de la misma subespecie.

En este sentido, sabemos que el gen que produce el cabello rubio, la piel clara, los ojos grises o verdes están relacionados todos con la melanina, y en la medida en que esta se manifiesta está determinada por la cantidad de Vitamina D que hay en el cuerpo del individuo; osase, todos los caracteres aunque a ojos vistas distintos son distinta medida del mismo gen o substancia, cantidades de una cosa en sí que es la misma naturaleza en todos los casos; esto derrumba el mito que tacha de «nominalista» a las clasificaciones taxonómicas aceptadas por los modernos y que desechan todos aquellos intentos de clasificaciones pre-Mendelianas, según ellos, por una suerte de conspiración de un fantasma llamado “marxismo cultural» que modifica todo en cuanto existe en el conocimiento humano de manera que sea fiel a los intereses de sus conspiraciones (una forma más elegante de conspiracionismo magufo).

Si me he dado a entender hasta ahora, es fácil comprender que si la misma sustancia que cambia en la forma en la que lo hace, siendo el cambio parte misma de su propia sustancia, se comprende a su vez que un ojo azul es la misma cosa que un ojo marrón, en diversas medidas de la cosa que les da color, luego es la misma cosa que al cambiar queda, de hecho, incambiada.

Darwin también echaba por tierra por tierra el concepto de ecotipo, que se refiere a las diferencias fenotípicas de un mismo genotipo (subespecies) determinadas por la realidad física del ecosistema al que están sometidas:

Gran influencia en todo momento ha sido atribuida al cambio climático… [pero] tenemos abundancia de pruebas de que las diferencias de clima son totalmente insuficientes para dar cuenta de las diferencias entre las distintas razas de hombres.

(William Lawrence, 1819)[2]

Sin embargo, esto es categóricamente falso, sabemos que el papel biológico que cumple la sustancia que da color a ciertos mamíferos existe en la medida proporcional a la penetración de los Rayos UV al organismo. Cambiada la posición geográfica, un cuerpo oscuro no deja pasar la cantidad necesaria de melanina para convertirse en nutrientes por lo que la misma proteína decrece con las generaciones posteriores. De hecho podemos describir mediante el fenotipado el ecosistema en el que se vive y las razones por la que el fenotipo es, en cuanto que es ese y no otro. Cavalli-Sforza nos dice:

El color negro de la piel protege a los que viven cerca del ecuador de las inflamaciones cutáneas causadas por los rayos ultravioletas de la radiación solar.

La alimentación casi exclusivamente a base de cereales de los europeos propicia el raquitismo, debido a la falta de vitamina D en estos alimentos. Pero los blancos la pueden producir en cantidad suficiente, porque su piel, con pocos pigmentos melánicos, permite el paso de los ultravioletas.
En los climas cálidos y húmedos, como el de la selva tropical, conviene ser pequeño para aumentar la superficie con respecto al volumen. La evaporación del sudor, que refresca el cuerpo, tiene lugar en la superficie. En ciertos ambientes tropicales ser pequeño ayuda a tener menos necesidades de energía.

El pelo crespo retiene el sudor, y prolonga el efecto refrescante de la transpiración.
La cara y el cuerpo mongólicos están conformados para proteger del frío, muy intenso en la parte de Asia donde viven estos pueblos
.

(Cavalli-Sforza, 2011)[3]

Con lo cual, más bien, los cambios morfológicos de una misma subespecie no tienen sentido alguno de no ser por las condiciones climáticas y físicas del ecosistema donde están situadas. Empíricamente, se observa que los Osos Grises y los Osos Polares son la misma subespecie de oso, acondicionadas a climas distintos. La cantidad de melanina en el folículo piloso y la piel del animal aumenta proporcionalmente a la cantidad de rayos UV que necesita que pasen a su organismo.

Entonces ¿cómo clasificamos taxonómicamente las diferencias morfológicas? O dicho de otro modo ¿cómo clasificar diferenciando razas, especies y subespecies? Si ya un Gris y un Polar forman parte del mismo taxón y la herencia de estos osos por cuanto se mantengan en su ecosistema será la misma y va a cambiar en cuanto se cambien de éste ¿cómo clasificamos ambos?

La «raza» como categoría

Según ya hemos examinado hasta ahora, las diferencias que muestran poblaciones de una misma subespecie están determinados por meras adaptaciones de tipo ecosistémica, a éstas diferencias, también manifiestas formas epigenéticas, se las denomina “ecotipo”. El ecotipo es la nominación con que la biología se refiere a éstas diferencias entre subespecies del mismo tipo, y esto es lo más cercano que existe, taxonómica y científicamente hablando, al concepto de raza. Empero, mientras los racialistas hablan de una mediocre forma de determinismo, esto es, que una persona o grupo está determinado por su carga o “naturaleza genética”, la biología entiende la carga epigenética y ambiental de la manifestación de los rasgos fenotípicos en los individuos y pueblos.

Esta forma más “moderna” de racismo que se pretende más sofisticada (hasta llegar al punto de atribuir a la raza diferencias cognitivas, intelectuales, de agresividad, etc.)[4] hace aguas por todas partes, la una es referente al reduccionismo de “un gen, un carácter” al que ya nos referimos por su completa ignorancia epigenética, la otra es el mal manejo de variables y datos estadísticos y correlaciona lidades que aplican.

Expliquemos por un lado sucintamente y a forma intuitiva lo que se refiere a “epigenética”; esta es, las formas es que diferentes organismos con misma carga genética, idéntica, puede manifestarse en maneras distintas por el complejísimo sistema sistema donde se desenvuelve el individuo, osease, referente a lo ambiental que se preservan en las generaciones generando ciertos ecotipos, que con el aislamientos y el devenir de millones de años por adaptabilidad, separación y migraciones generan una identidad genética propia, lo que deviene en subespecies y luego en especies biológicamente diferenciadas; pero hasta aquí los ecotipos son solamente diferentes formas de la misma cosa como ya se tocó a nivel ontológico.

Verbigracia, un Mustang y un Percherón son la misma clasificación taxonómica, forman parte de la misma subespecie y, aún así, muestran diferencias sustanciales a simple vista. El «racialista» apunta con el dedo y dice ”evidentemente, como observamos tremendas diferencias entre todas las formas de caballos que hay muchas razas evidentemente diferenciadas. Cuestión de pura intuición”; pero gracias al Dios, la ciencia doma la intuición del hombre y su imaginación para conducirle a la verdad de las cosas. Así las cosas, es antiintuitivo que una partícula esté en el espacio en relación a la proporción estadística enunciada por el campo de Bohr, sin embargo es muy útil para explicarnos y zanjar otros fenómenos anti-intuitivos como la dualidad onda-partícula.

Luego, nos queda claro que la simplona diferenciación darwinista de subespecies es completamente obsoleta. Los ecotipos tienen descendencia sanas, completas y fértiles, a diferencia de los cruzamientos entre subespecies. Como se observa en el cruce entre dos tipos de caballos de diferente ecotipo en contraposición al cruce entre dos equinos diferentes como el caballo y el burro, que a pesar de tener una configuración cromosómica compatible para generar descendencia (una especie engloba a los individuos que pueden tener descendencia entre sí) generan una Mula, un híbrido estéril.

Lo mismo aplica a lo perros, donde la categoría «raza» se nos hace si se quiere más habitual y cotidiana. No se clasifican a un Mastin Napolitano como “Canis lupus familiaris Mastinus Neapolitanus”; pues en puridad, es una una forma diferente de un Doberman o un Caniche,  con la misma “naturaleza genética” cambiada en la forma en la que esta lo hace respecto a factores externos, epigenéticos, ecosistémicos y, este caso en particular como también para los caballos y animales domésticos, por distintos cruces adaptados a las necesidades humanas. El perro es en todas sus diferentes formas en la misma medida del lobo gris, un canino del que el perro es subespecie por selección artificial.

Este tipo de selección evolutiva, de origen antropogénico, está dirigido por las necesidades sociales y culturales, lo que directa e indirectamente afecta los diferentes ecotipos de animales domésticos, en el caso de los perros el Mastín Napolitano fue creado como un moloso para pelear con leones y otros juegos en el coliseo, el Jack Russell Terrier para cazar roedores en campos de cultivo, el Pastor Alemán para pastorear Ovejas, el Galgo para ser rápido y buscar las presas cazadas por el amo, y así un larguísimo etc.; al final del razonamiento, siguen siendo parte de la misma subespecie, pueden generar descendencia sana (salvo los casos de diferencias extremas de tamaño) y en síntesis miles de formas sacadas del mismo material genético.

Aunque esto no significa algo más que diferencias puramente fenotípicas. Cada perro, y esto es lo esencial, tienen en su genoma la información necesaria para ser cualquiera de sus manifestaciones «raciales», Vg. un Mastín Inglés o un Pitbull tienen su genoma la información necesaria para generar a un Mastín Napolitano o un Mastín Tibetano sin necesidad de recurrir a material genético de otra especie: es una pura cuestión de gradación en la manifestación de los diferentes caracteres de la misma.

La «raza» en la política

En el caso de los humanos, las distintas migraciones por todo el globo, ires y devenires, vueltas y huidas, nos han dotado de una heterogeneidad suprema, de modo que no existe una raza “pura” y jamás la ha habido. Y aquí es donde brota lo tocante al problema político de la raza como mera categoría política.

Dentro de toda la gama de «razas» hay una tremenda heterogeneidad genética que no se manifiestan —ni pueden, lógicamente— todas en el fenotipo del individuo (por esto el mero fenotipo es insuficiente, no permite penetrar realmente en la verdadera naturaleza genética ni epigenéticas —las causas de que ese genoma se manifieste en la forma en que lo hace— del ser vivo). Tampoco existe, a la luz de la Etología, una psicología de “Mastín” y otra del «Pekinés”. Es la misma psicología (sustancialmente) adaptada y expresada a sus realidades materiales, a saber; mientras el Mastín impone por su tamaño, es más pacífico frente a la agresividad e hiperactividad de un chihuahua (homólogo «complejo de Napoleón»).

Ha sido gran motivo de controversia en los criadores de animales que, sabiendo que la única forma de tener una cierta homogeneidad en una población amplia es reducir el margen y la distancia de apareamiento entre individuos. Por lo que se cruzan animales de la misma camada o de los mismos padres con el fin de mantener la pureza de la «raza».

Y como sea que los mismos resultados negativos en cuanto deformidades, malformaciones genéticas, alteraciones cromosómicas, reducción de la fertilidad…[5][6], se han mostrado en precedentes dentro de ciertas dinastías nobiliarias y regentes de antaño, lo que conviene más bien es el mestizaje, la mezcla, la diversidad étnica propia del ethos hispano y no su contrario, tan propio del ethos de la cultura blanca, anglosajona y protestante.

En tanto que así, no sólo el concepto puramente mítico de «pureza racial» no es biológicamente aceptable, sino que es, de hecho, totalmente indeseable bioevolutivamente hablando. En tales razones, las relaciones interraciales, tan denostadas por nuestros amigos anglo-racial-«realistas» (no puedo dejar de colocar «realismo» entre comillas pues se trata de un remedo del auténtico realismo científico) de la «alt-right» lejos de ser un sorpresivo acto apartado de la “naturaleza” es, real y verdadera catarsis erótica, el impulso más atávico de la mecánica evolutiva amén de preservar la especie y sostener una población sana.

La «raza», pues, es un concepto puramente nominalista y puramente antropológico y político, no biológico. La «raza» es solo una forma de criadores dividir, nominalmente, animales y, primigeniamente, distintas poblaciones humanas por cuestiones dialécticas entre diferentes tribus y comunidades políticas. También la lengua ha sido objeto de diferenciaciones nominales entre poblaciones humanas[7] y, aún así, no veo a nadie tratando de clasificar biológicamente por medio del lenguaje siendo este una suerte de “espíritu de la raza”[8] (que llevaría a Hitler a decir que los Austriacos son de “raza alemana”[9]). Y es que este concepto nominalista solo es, y puede ser reivindicado, por razones y para —ilegítimos— objetivos políticos.

El neoracista, evitando la confrontación frente al coeficiente intelectual (quien escribe es un no-blanco con un IQ de 135-138) que no es una variable que pueda medir inteligencia (incluso “g” está entrando en desuso) nos dice:

Ante las vastas, vastísimas diferencias en logros históricos de todo ámbito, desde poéticos hasta ingenieriles, entre grupos raciales los anti-racialistas básicamente tienen es un encogerse de hombros… Por ejemplo, los castillos europeos y japoneses son cosmética y arquitectónicamente distintos, pero ambas razas construyeron castillos. Los africanos sub-saharianos no tenían edificaciones de dos pisos ni caminos en el Siglo XIX […] tan marcadas diferencias en logros de ingeniería y dominio del ambiente en el que se vive, solo hace que tengan que luchar contra la historia.

(Tercio, 2017)

El ser humano parte de África, deja la llanura y se enfrenta al mundo. La misma epopeya que nos ha regalado la maravillosa heterogeneidad genética de la humanidad nos regala una cosmovisión del mundo más imperiosa. Conocemos montañas y el hombre hace pirámides, como una forma de imitar la grandeza del mundo que se abre frente a sus ojos (también por ser las estructuras elevadas más firmes y sencillas de construir). Se descubren más materiales y se avanza en la geometría, la ingeniería progresa.

Ignora el Sr. Racista que los Americanos Indígenas (no precisamente blancos) hicieron también pirámides, imperios, edificaciones, trabajaron los metales, hacían astronomía, cálculos complejos, matemáticas, lenguaje…. ¿No es acaso la realidad de que no es pelear contra la historia sino la riqueza histórica de los pueblos la que los hace mejores, más avanzados, más prósperos?

En cualquier caso, las poblaciones subsaharianas son aquellas que no partieron junto a los otros, los más conservadores, los dedicados a mantener la raza pura y las tradiciones; más que biológico o genético los negros de esa área geográfica son más parecidos a animales salvajes que a humanos por ser fieles a su filosofía anti cosmopolita y etnocentrista. No por razones evolutivas, los espacios temporales no han sido los suficientes para modificar nuestro ADN hasta el punto de hablar de subespecies, siquiera, como ya se demostró, mucho menos para cambios homogéneos entre razas a nivel neurológico, en la estructura cerebral.

Los logros de las civilizaciones son asuntos puramente culturales, se explican solamente mediante la cultura y su influencia sobre la epigenética (si acaso). La inmutabilidad e igualdad de la lógica y la razón humana ya era aceptado de forma unánime desde tiempos relativamente remotos; Descartes (1637) ya atribuía a la razón el estar “igualmente repartida” en todos los hombres, Leibniz sobre el principio de razón suficiente nos dice:

Hubo un viajero que creyó que los negros, los chinos y por último, los americanos no tenían ningún parentesco de raza, ni entre sí, ni con los pueblos que se parecen a nosotros. Pero como conocemos el interior esencial del hombre, es decir, la razón que subsiste en el mismo hombre y se encuentra también en todos los demás hombres, y no se nota nada fijo e interno en nosotros que forme una subdivisión, no tenemos base para creer que entre los hombres haya, en lo que respecta a la verdad de lo interior, una diferencia específica esencial, como la que encontramos entre el hombre y la bestia”

(Leibniz, 1718)[10]

Puesto que no es razonable un determinismo basado en la etnia, la raza o el ecotipo, pues, «el racismo es la manera más grosera y primitiva de colectivismo, una doctrina de brutos, practicada por brutos y para los brutos… que no pueden distinguir entre animales y hombres» (Ayn Rand, 1964). Y cada individuo no puede sino ser juzgado por su carácter y no por su grupo etnográfico (en algunos casos dicen que la población subsahariana es incapaz de industrializarse por razones que remiten a la teoría obsoleta de los conocimientos innatos, a saber, si mi sociedad hoy es rural, esta es incapaz de aprender a manejar máquinas), no queda entonces sino que devolver el reto intelectual y pedir al racista que demuestre, con pruebas que realmente un negro es menos capaz de entender o inteligir igual que un blanco o un japones cualquier cosa por razón de su raza.

Hasta que ello no ocurra, el mito de la raza debe sostenerse como una mera categoría del discurso político que no dice nada sobre la «esencia» de las personas, ni es un elemento esencial para ningún análisis político o económico de las sociedades humanas.

Referencias
[1] “Las razas, si se definen formalmente, son subespecies. Las subespecies son poblaciones que ocupan una subdivisión geográfica concreta de la distribución de una especie, y que son suficientemente diferentes en cualquier serie de sus rasgos como para ser taxonómicamente reconocibles […]. Son categorías de conveniencia […]. Las subespecies representan la decisión personal del taxónomo acerca de cuál es el mejor modo de representar la variación geográfica” Gould, 1987, pp. 201-202
[2] William Lawrence. Lectures on the natural History of Man, 1819.
[3] Cavalli-Sforza, L. (2011). Genes, pueblos y lenguas.
[4] “Los racialistas modernos, además creemos que, respecto a los humanos, las diferenciaciones NO son solo fenotípicas o de características físicas observables. El punto central que queremos rescatar es que en el caso de los humanos, las diferencias también son cognitivas y abarcan cosas como la inteligencia, propensión a la cooperación o agresividad y hasta la iniciativa propia individual” Raza y Latinoamérica (Tercio, 2017)
[5] http://www.lavanguardia.com/natural/20160509/401677397651/perro-raza-perfecto.html 
[6] https://noticiasdeperros.com/la-cria-selectiva-de-perros-miniatura-puede-provocar-graves-malformaciones-cerebrales/
[7] “Galaad ocupó los vados del Jordán para cortarles el paso a los efraimitas. Y cuando un fugitivo de Efraím intentaba pasar, los hombres de Galaad le preguntaban: «¿Tú eres de Efraím?». Si él respondía que no, lo obligaban a pronunciar la palabra chibólet. Pero él decía «sibólet», porque no podía pronunciarla correctamente. Entonces lo capturaban y lo degollaban junto a los vados del Jordán. En aquella ocasión, murieron cuarenta y dos mil hombres de Efraím.” Jueces 12:4-6
[8] Fitche, Discursos a la Nación Alemana (Berlín 1808)
[9] Hitler, A. (1944). Mein Kampf.
[10] Leibniz. 1718. Cit. Lourdes Rensoli Laliga. G.W. Leibniz: Europa, China y la idea de civilización.
[11] Descartes, René. El Discurso del Método. 1637
[12] Rand, Ayn. La virtud del egoísmo. Editorial Grito Sagrado, 2007, p. 181

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