Venezuela y «la cuarta»**

El chavismo ¡Fase superior del puntofijismo!

Frase de común uso en la realidad venezolana es aquella de decir que «eramos felices y no lo sabíamos». Sin embargo, suele escaparse de los ojos del venezolano de a pie los procesos históricos que inexorablemente actúan sobre nuestra vida cotidiana. El chavismo, más que una negación de la venezuela democrática de la segunda mitad del pasado siglo, es una confirmación de la política puntofijista, una confirmación y potenciación de la forma de hacer política en la cuarta república. O, más bien, de forma sucinta y parafraseando a Lenin: ¡Chavismo, fase superior del puntofijismo!.

La decadencia venezolana, su hecatombe de los últimos tiempos, no es sólo y exclusivamente chavista, es la consecuencia de otros cuarenta años de decadencia. Véamos las palabras que nos ofrece Uslar Pietri, que si bien tiene sus respuestas como  propuestas demasiado propias de su época, con el triunfo del neoliberalismo y la caída del socialismo real de la URSS, acierta en su apartado crítico y demoledor de los gobierno puntofijistas, y con atino nos habla de la crisis que llevó, de hecho, a Chávez al poder: “la economía venezolana había llegado a un punto crítico por la imposibilidad para el Estado de seguir soportando un sistema de subsidio y protección generalizado” (Pietri, 1992).

Valga, además, una extensa cita que parece sacada de un diario de circulación nacional del año 2019. Como si una voz del pasado se alzara para describir momentos presentes:

“Venezuela recibió, por el solo concepto de la explotación petrolera, más de 200 mil millones de dólares, que es el equivalente de veinte planes Marshall. Este inmenso poder financiero quedó concentrado en manos del Estado, creando así una primera y fundamental paradoja, la de un Estado cada vez más rico y dispendioso en un país mayoritariamente pobre y atrasado. […] En lugar de que el Estado dependiera de la nación, como es lo normal, la nación empezó a depender del Estado, dándole al gobierno un poder inmenso que estaba, de hecho, por encima de las instituciones y de los principios democráticos. Una gran parte de esos recursos, que hubiera podido destinarse al progreso social y a la infraestructura para el desarrollo, fue pródigamente destinada a financiar el funcionamiento de innumerables empresas nacionales bajo la inspiración de un vago socialismo paternalista e imprevisor.

Este cuadro negativo se complica y agrava con la presencia numerosa y constante de hechos de corrupción y de enriquecimiento ilícito dentro y en torno del aparato del gobierno. Se han producido grandes escándalos de corrupción en los que han estado involucrados o señalados altos funcionarios, sin que hasta la fecha haya prosperado un solo caso en los tribunales, ni mucho menos sufrido la pena correspondiente alguno de los culpables. Los tribunales están sometidos a los intereses políticos y económicos y la inmensa mayoría de los ciudadanos manifiesta continuamente en los sondeos de opinión su desconfianza por la administración de justicia.”

(Pietri, 1992)

Los ingentes caudales de dineros llegados a las arcas del Estado por concepto de la renta petrolera, que pudieron haber servido para el establecimiento de una buena plataforma infraestructural e industrial que sirviera de punto de partida para la consecución de una economía moderna, derrochados. Una nación dependiente del Estado y escándalos de corrupción de todos los tintes y formas, no suenan extraños a los oídos de un venezolano de la era chavista.

Y no puede sorprender sino la sorpresa de quien se asombre ante esta descripción de hechos tan actuales, por cuanto el susodicho vengador no hizo sino confirmar el consenso socialdemócrata del viejo statu quo y profundizarlo, radicalizarlo. El chavismo no significó un freno sino un acelerador, con la idea castrista de un socialismo subvencionado por el petróleo, de la “irrefrenable tendencia al paternalismo, a la subvención, a la dádiva” de los gobiernos puntofijistas. Chávez confirmó y radicalizó la decadencia.

Con la diferencia —fatal— de que mientras el rentismo petrolero puntofijista centraba su objeto en oligarquías rancias y cronistas que al menos sostenían una producción mediocre y dependiente pero suficiente para mantener los anaqueles llenos, la radicalización socialista, aún más vaga e  imprevisora, centró el objeto de las dádivas en un proyecto populista de clientelismo político, mientras no solamente dejó de subvencionar las viejas industrias privadas sino que se dedicó a entorpecer toda iniciativa privada en el marco de una política de expropiaciones, limitaciones al comercio interior y exterior, y la generación de un clima de inseguridad jurídica. La destrucción de la vieja y anticuada plataforma industrial no sólo cercenó toda oportunidad de entrar a una economía vibrante y moderna sino que negó toda posibilidad de subsistencia a la empresa privada.

Añádase la inhabilitación del sector privado la ineficacia, mal manejo, corruptelas de toda índole, y la general ineficacia y destrucción de todo centro productivo que ha caído en manos del chavismo y tenemos las consecuencias en la actual hecatombe, que empezó a explotar en las manos de Nicolás Maduro: anaqueles vacíos, carestía, inflación, y total dependencia de la población venezolana de las dádivas del gobierno, de una caja de comida.

En suma, la consecuencia última de la irresponsable política de los gobierno de la cuarta república: populismo y clientelismo, dádivas e imprevisión. Todo ello traído de las manos de Maduro, el radicalizador de la revolución castrista y chavista, esto es, el radicalizador de la radicalización del puntofijismo.

Politización de las Instituciones

La penetración partidista de las instituciones del Estado no son un rasgo propiamente chavista. El chavismo, con sus consignas introducidas en el estamento militar, sus símbolos en el Poder Electoral y en los uniformes policiales y militares, es solamente la expresión de una desfachatez de lo que ya existía en la cuarta república desde sus inicios “La política de la junta de gobierno no tiene más propósito que fortalecer al partido” (Pietri, 1992).

Y recordemos que no solo el chavismo sino Acción Democrática se hicieron presentes en la vida nacional con un golpe de estado —también en este sentido el chavismo confirma al puntofijismo— que interrumpió un proceso de democratización que de forma progresiva iba construyéndose desde la muerte de Gómez. Acción Democrática irrumpe violentamente en la palestra política con las banderas de elecciones universales directas y secretas que no eran posibles en los tiempos políticos que se presentaban.

Con la elección de Escalante por el Congreso, como era la forma constitucional de elección presidencial, iba a profundizarse este proceso de democratización, ya el Partido Democrático Venezolano (PDV) había asegurado su compromiso por una reforma constitucional que trajese la elección universal, directa y secreta para el período que iba a empezar en 1951.

La imprudencia y la pérfida ambición de conspiradores de Acción Democrática liderados por Rómulo Betancourt —porque ni Rómulo Gallegos, ni Andrés Eloy Blanco, líderes del partido, estaban al tanto— detuvo este proceso. Se lamenta Uslar Pietri “La ruptura institucional que ocurre el 18 de octubre de 1945 interrumpió ese proceso y lanzó el país de nuevo a una situación de inestabilidad y violencia” (Pietri, 1992).

La praxis política del chavismo se sigue confirmando como fiel reflejo de la acción política de las viejas castas. El chavismo, a pesar de llegar al poder en 1999, presenta su dialéctica como una justificación de las acciones que lo introdujeron en la palestra con el golpe de 1992. Así, Acción Democrática entra al gobierno queriendo lograr desesperadamente una justificación de sus acciones, para lo cual “adulteró el pasado, se se falsificó la historia y se trató por todos los medios de crear una nueva mitología” (Pietri, 1992). Una adulteración del pasado considerado sistemáticamente como oprobico, de ignominia incompatible “con ninguna forma de dignidad política” (Pietri, 1992). Lo mismo que el chavismo para con el puntofijismo era “la cuarta”, una era de oprobio a la que se trató de dar muerte violenta por medio del golpe.

Para, al mismo tiempo, “despertar en la masa popular sentimientos de fe y de adhesión” (Pietri, 1992), lo mismo del chavismo frente al mito de “la cuarta” se presenta como la salvación, el proyecto de liberación y transformación a una nueva era de prosperidad y progreso. Continúa Pietri “Lo primero que se hizo reiteradamente y por todos los medios fue identificar al partido con el pueblo” (Pietri, 1992). Igual que Chávez como “candidato del pueblo” y el partido como “del pueblo” y “de la patria”, etc. La forma de hacer política, de nuevo, se nos presenta como una reafirmación de Acción Democrática y la era puntofijista.

De la misma suerte, Pietri nos dice del mundo militar que se transforma en “ejército del pueblo”. Y este punto confirma nuestra tesis de una forma tan ridículamente clara que no vale la pena el esfuerzo de ahondar en ello. El chavismo, con los ojos de Chávez pintado en los desfiles militares y la banda tricolor en el brazo derecho (símbolo del chavismo desde 2013, cuando fallece Chávez) es solo una muestra descarada y desvergonzada de lo que ya venía haciendo Acción Democrática y COPEI. Apostilla el mismo autor:

“Se forjaron símbolos y temas, se repitieron estribillos y no se vaciló en asimilar aquellos sucesos al proceso histórico de la independencia nacional. Se llegó a hablar de la «segunda independencia».”

(Pietri, 1992)

Tampoco vale la pena ahondar en los paralelismos de “segunda independencia” y Chávez como “segundo libertador”.

En una palabra, el control total de las instituciones por parte del partido, la política totalizante de un partido que tomaba las instituciones que son de Estado en una república seria, desde el poder electoral hasta el control de los tribunales de justicia, fué traída al país por AD.

El maestro Pietri nos deja otra vigentísima llamada de atención:

“Venezuela, en estos años, la oposición no ha ofrecido nunca una posibilidad semejante de alternativa verdadera. La diferencia entre un «adeco» y un «copeyano» [hoy diríamos chavista y opositor], no pasa de matices, de rasgos de personalidad… pero en lo esencial de los fines de la acción gubernamental, la concepción de la función del Estado, el concepto de desarrollo de la sociedad civil, es fundamentalmente el mismo.”

(Pietri, 1992)

Y es que tales paralelismos en la teoría, praxis y mitología política del castrochavismo con el adecopeyanismo es lo que hace temer a la actual oposición, como la continuación de los viejos rostros y estructuras partitocráticas del Siglo XX, a afirmarse positivamente como opción política, hacerlo es hacer patente que uno es la continuación del otro, de su lógica, de su axiología y de su doctrina. Y es que, el chavismo, ¡es la fase superior del puntofijismo!.

La dinámica del error que ahondó aún más la hecatombe y la necesidad de flujo de caja para sostener el modelo —producido, como en el pasado, por “un cambio del bolívar con respecto al dólar que ya no era sostenible por la rápida desaparición de las reservas internacionales” (Pietri, 1992)—, llevó a Maduro a hipotecar las riquezas habidas y aún no habidas de la nación a intereses Rusos y Chinos —paralelos a los cuatrocientos bancos extranjeros que nos habla Pietri en la misma obra.Esto, aunado a la cada vez mayor penetración cubana en las instituciones del Estado fue corroyendo la soberanía Patria. La estocada final cubana fue el nombramiento de Nicolás Maduro como el sucesor de Chávez, hombre de los Castro y que garantiza el total control cubano sobre Venezuela. Esta fase superior de la era democrática se caracteriza por la muerte de Venezuela no solo de su ethos imperial sino de su propia soberanía: la traición más vil que cabe imaginarse al sueño de Bolívar.

Notas
[*] Extracto de un ensayo más extenso llamado Venezuela Bella
[**] "La cuarta" es el nombre con el que se conoce al viejo régimen bipartidista
[***] La imágen de referencia es Rómulo Betancourt con las manos quemadas, días posteriores a haber declarado que se le quemarían las manos si él hubiese estado inmerso en corrupción
Bibliografía

Pietri, U., & Arturo. (n.d.). Nuevo mundo, mundo nuevo. Retrieved from http://www.cervantesvirtual.com/obra/nuevo-mundo-mundo-nuevo–0/ Uslar, A. P. (1992). Golpe y Estado en Venezuela. Grupo Editorial.

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