“¡Cuánta falta os hace una guerra!” Eran palabras de mi señor padre, nacido en 1936, para contestar a nuestras quejas por no gustarnos la comida. Esta frase, en España, la habremos escuchado más de una vez los nacidos entre 1950 y 1980, de padres que o bien fueron niños durante el conflicto civil o bien fueron combatientes o bien fueron espectadores por estar fuera de la edad militar.
Pues bien, esta es nuestra guerra: La Peste Roja que nos asola dejará infinidad de víctimas. No sólo los fallecidos o contagiados, sino los que sufriremos las consecuencias de la paralización de la economía a nivel mundial: Desempleo, migraciones forzadas, desarraigo, empobrecimiento… Pero tranquilos, que para eso está el estado, para salvarnos ¿o no?
Pues no. Los estados, en la actualidad, son un instrumento al servicio de unas élites económicas que ostentan el poder, cuyos gobiernos son meros gestores de las directrices que estos les den.
En la actualidad, en España (y me consta que también se está
discutiendo en otras partes de la Hispanosfera, como Colombia) una parte de su
gobierno, la troskista, está planteando implantar una paga universal que se
daría a un número no desdeñable de personas, con un “mínimo vital” a repartir.
Y miren, no voy a dudar de que, de manera temporal, sea necesaria una medida
así, para dar apoyo a todos los que se hayan visto arruinados o con la economía
quebrada al suspenderse o suprimirse su modo de vida debido a la Peste Roja,
pero ¿indefinidamente?
No nos engañemos, en España la deuda sube cada día, y ya alcanza casi el 100%
del PIB y algunos aseguran que llegará hasta el 114%. Lo que se avecina no son
prestaciones estatales para el que las necesite. Esa entelequia es tan
impagable como la propia deuda, lo que se avecinan son visitas de señores de
traje (terno), preferiblemente de color negro, encargados por la UE, el FMI o
el BM, pidiendo recortes drásticos.
Ya nos podemos olvidar de inversiones o gasto social. Se acercan años de
disminución de pensiones de jubilación, de bajada de salarios a los
funcionarios, de subidas de impuestos y retenciones a las personas más
humildes, de huida de empresas a paraísos fiscales, de cierre de PYMES…
Los estados han quebrado y la puntilla está siendo esta Peste Roja.
No es momento de esperar nada del estado. Antes al
contrario, es momento de reactivar todas aquellas instituciones humanas que
cosen el tejido social y de crear otras nuevas. Asociaciones de vecinos,
culturales, deportivas, cofradías, gremios, cooperativas y, sobre todo, el
fortalecimiento de la célula básica de la sociedad: La familia.
Necesitamos, porque es imperioso, empezar a acostumbrarnos a vivir con menos y
a empezar a ayudarnos unos a otros como sociedad que somos.
Sería un gran error caer en la tentación libertaria individualista de pensar
que nosotros solos podemos salir adelante sin ayuda alguna, de la misma manera
que es un error caer en la tentación marxista del “Estado Protector”, porque
ambas ideas tienen como base errores de partida. La primera, que los individuos
somos completamente autónomos y que no necesitamos de nadie. La segunda, que
los estados sustituyen a aquello que las personas debemos hacer por nosotros
mismos.
Es hora de tener como modelo a aquellas primitivas comunidades cristianas que, sin conocerse de nada, daban dinero en colectas para ayudar a aquellos otros cristianos que lo pasaban mal en otras partes del mundo, como se sigue haciendo hoy de una manera más institucionalizada.
Es hora de sacar de nuestro vocabulario ese “lavaconciencias”
llamado solidaridad, para dar paso a la Caridad verdadera, aquella que da sin
esperar nada a cambio. Esa que cuida y se deja cuidar.
Es hora de volver a ser Seres Humanos, de recuperar nuestra propia naturaleza
de “animales políticos” que se organizan de manera orgánica y no requieren del
estado más que para cubrir aquellas necesidades que no podemos por nosotros
mismos y que reniegan de la mentira del “superhombre”.
Es hora de aprovechar este movimiento de empatía general, para volver a pensar en el concepto de nación política, muy anterior y muy superior al concepto de estado materialista (Sea este liberal o marxista)
Porque el estado no nos va a ayudar. Porque nuestra propia debilidad no es suficiente.
Jose María Reguera González. Palencia, España.