Sexualidad pública, religión privada

Históricamente la religión siempre fue lo más público que había, tratar de separar el estado, lo político o lo público de lo religioso era impensable y no es que TODO estuviera guiado por la religión o lo religioso, sino que lo religioso era claramente parte de la vida pública. Ejemplos de esto abundan en toda la historia uno de los más conocidos siendo el oráculo de Delfos llegando Delfos a ser considerado el centro del mundo por su oráculo, también se puede ver la cantidad de reinos e imperios en los que el emperador, la máxima figura de lo político y de lo público era considerado un dios o el caso del cesaropapismo en el que el rey no era un dios sino el sumo sacerdote de la religión de estado. Cuando menos, las figuras públicas debían rendir algún tipo de homenaje o participar en ritos religiosos de manera pública, sea presidiendo alguna ceremonia o dando ofrendas.

Por otro lado, la sexualidad es un tema históricamente privado, no necesariamente tabú, sino privado. No habían movimientos políticos sexuales y los ritos públicos que habían referentes a la sexualidad eran cuestiones como el matrimonio que justamente tratan es de anunciar a la sociedad que una pareja tenía derechos sexuales exclusivos y privados entre ellos. Que si, que siempre han habido perversiones y fetiches sexuales, orgías, bacanales, sodomía y todo lo que quieras pero eran cuestiones relegadas a la vida privada y cuando alguna de estas practicas se hacía de conocimiento público era todo un escándalo. No había sexualidad militante.

Pero pasando por el protestantismo con su invento de la «libre conciencia» para justificar su existencia, y llegando al dominio actual del liberalismo y sus repúblicas seculares, resulta que la religión es algo que debe permanecer en privado, no se puede argumentar o legislar en base a doctrinas religiosas y el estado no puede reconocer ninguna religión como válida en aras de la «tolerancia religiosa». La religión tiene que permanecer en los hogares, no en la calle.

Al mismo tiempo, gracias a los movimientos de «liberación sexual» y LGBT la sexualidad ahora es más publica que nunca. De hecho, el movimiento LGBT ha sido brillante en la manera que esgrime argumentos tradicionales acerca de la privacidad en la alcoba para avanzar una agenda política – es decir pública- que gira en torno a su sexualidad. Este movimiento ha avanzado siempre argumentando que no es asunto de nadie lo que dos personas hagan en su alcoba, es cliché ya la típica pregunta de «¿en que te afecta a ti que alguien sea homosexual?» y pues claro, en el reino de lo privado, poca afecta. El problema es que ya no es privado ¡Es público! Cuando tienes marchas, cuando tienes campañas y plataformas políticas, cuando tienes agendas de cambios al sistema educativo nacional, ya volviste el tema algo público, ya no es solo sobre dos personas en una alcoba.

En efecto, el liberalismo de la mano con los grupos de interés LGBT han logrado la mayor anomalía histórica: han metido a la religión al closet al mismo tiempo que sacan lo sexual a la sala.

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