La democracia ha muerto. Viva la democracia.

Si al igual que yo, ustedes pasaron los últimos meses diciendo que hubo fraude electoral en EEUU y los tildaron de locos por ello, es hora de sentirse revindicados. La revista Time publicó un artículo en donde nuestras élites, cual villano que se saca la careta en el climax de la película, admiten haber participado de acciones que en un principio negaron que existían con el propósito de dar por ganador a quien ellos querían que ganara y «salvar la democracia»:

«(A)ún cuando suene como paranoico sueño febril —un buen fundado grupo de gente poderosa de todo tipo de industrias e ideologías, trabajando juntos detrás de escenas para influenciar percepciones, cambiar las reglas y leyes, mover la cobertura de los medios y controlar el flujo de la información. No estaban manipulando las elecciones: la estaban fortificando».

Y la verdadera patada al estómago es que dicho artículo incluye la frase «de cierto modo, Trump tenía razón». Así es: Trump, cuya presencia eliminaron de redes sociales por acusar el fraude de toda esta gente, el loco, el genocida, el homofóbico racista, el machista violador… ese Trump tenía razón.

Mis críticas a la democracia en Latinoamérica siempre han sido debido a que es imposible hablar de democracia en una sociedad tan desigual. Mientras tengamos personas sin acceso a la información, no podemos pedirles un voto informado. Sobre todo si estas personas son quienes no tienen el mínimo de servicios básicos y terminan votando por quien los prometa, los cumplan o no.

Mas si este artículo ha probado algo es que la democracia no funciona ni en el primer mundo, en donde servicios e información están al alcance de todos. La democracia jamás funcionará mientras quienes manejan la información decidan qué o qué no podemos saber. O peor, mientras ellos manejen las instituciones que dizque protegen la democracia.

Porque, el artículo de Time va más allá de confesar callar verdades. Hablan de manipulación de leyes, de confabulaciones políticas, de alianzas entre grupos de poder cuyos rostros ni siquiera conocemos. Y si esto pasa en los Estados Unidos, aquellos viviendo en el llamado tercer mundo no podemos esperar algo mejor.

¿Es la caída de la democracia estadounidense la muerte de la democracia en el mundo? Parece que es así. Parece una confirmación de que todas nuestras revoluciones no han sido sino un teatro montado para creernos esas mentiras. Al final, seguimos siendo gobernados por los mismos grupos. Incluso las mismas familias. Las mismas personas nos gobiernan hace décadas y cada cierto tiempo, cambian de avatar para que creamos que tenemos libertad de elección.

Y sin embargo, mientras estos autoproclamados monarcas nos hacen jugar el juego electoral cada cierto número de años, nosotros jugamos el juego de los reyes. Pongamos, por ejemplo, el caso de Keiko Fujimori, la hija de Alberto. Su partido se rehúsa a morir precisamente porque un grupo la ve como heredera de su padre, como continuadora del gobierno que consideran «el mejor que hemos tenido». Una vez leí que un monarca se prepara para serlo desde niño y es así como ven a Keiko: alguien que se crió cerca al poder y por tanto, lo conoce (sea o no verdad). Y así sucede también con los Kirchner, los Castro y otros. Hasta los mismos americanos ven a Donald Trump Jr. como opción si su padre no puede regresar como candidato.

Este endiosamiento de políticos no es gratuito. Es así como vemos la política, no solo necesitamos administradores, necesitamos de figuras a quién admirar y tener y esto es lo que se nos vende para que votemos por ellas. Es parte de la sociedad latinoamérica y quienes nos manejan lo saben, por eso nos presentan los candidatos que nos presentan y nosotros caemos pensando que los estamos escogiendo bien.

Ya vienen elecciones en Perú y en Ecuador. ¿Existe candidatos que ofrecen un rayo de esperanza? Claro, siempre existe. Pero la realidad es que estos grupos que nos dominan no van a ceder su poder jamás. A Trump no lo dejaron gobernar y si al final pudieron vencerlo, vencerán a quien sea.

No obstante, como dije al inicio, estos grupos ya se han quitado la careta, aturdidos por su demostración de poder. Se dice que una espada pierde su peligrosidad al salir de la vaina porque el ataque ya ha pasado. Ya nos han atacado y ya sabemos qué quieren. Cada día más gente se da cuenta de quienes nos gobiernan y un nuevo poder del pueblo está surgiendo, uno de verdad. No por nada hacen trampa usando lo que queda de su «democracia»: esta desgastada institución es la única manera que tienen de ganar y tener poder.

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