Disgenesia inflacionaria

Breve contestación a las injurias dirigidas hacia el hispanismo en estos últimos días.

En los últimos tiempos, la reivindicación de una identidad cultural común de todos los pueblos hispanoamericanos, ha venido creciendo paulatinamente. La revalorización del ethos hispánico subyacente en nuestras distintas identidades nacionales es algo que evidentemente ha pateado el tablero, por eso, conforme el hispanismo crece en popularidad, es lógico que a la par también crezca su contraparte detractora, la cual últimamente ha estado muy activa especialmente en Twitter, achacándole toda clase de acusaciones y agravios.

Y es entendible que la idea de una identidad cultural que nuclea a todos los hispanoamericanos sea objetada, ridiculizada, agraviada, ya que en estos tiempos donde la avanzada antiidentitaria ha cobrado gran vigor en la esfera occidental, hablar de una identidad común más allá de los elementos culturales nacionales o étnicos a más de uno le puede rechinar. Y obviamente la respuesta más instintiva siempre es la objeción y la ridiculización.

Muchos lo hacen de buena fe, o por desconocimiento. Pero lo que realmente me ha llevado a escribir estas líneas es la verdadera mala fe y deshonestidad intelectual de parte ciertos elementos detractores del hispanismo, que como ya he dicho, le atribuyen injustamente toda clase de acusaciones infundadas, desde vincularlo con la izquierda indefinida progresista actual hasta asociarlo con el globalismo, y quizás unos de los tópicos más vistos dentro de dicha detracción sea el de la negación de la raza.

Empecemos por aclarar algo elemental: enaltecer la identidad cultural común de todos los pueblos de Hispanoamérica no equivale a “negar la raza”. Oponerse al racismo tampoco. Ese es un razonamiento falaz, una conclusión sin fundamento.

Ciertamente desde el hispanismo se suele referir mucho a la raza en un sentido metafísico, espiritual; pero en términos fenotípicos la raza es un aspecto biológico innegable. A decir verdad el grueso del hispanismo coincide en que los hispanoamericanos no somos una raza, sino muchas de ellas; y a cada una se le debe dar el lugar que merece.

El postureo negacionista de la raza que acusan los detractores del hispanismo (que irónicamente suelen tener como factor común una anglofilia y germanofilia galopantes) es algo más propio de la esfera anglosajona que de Hispanoamérica a decir verdad. Y es algo muy visible ya en muchas producciones cinematográficas y de ciertas plataformas digitales como Netflix por ejemplo. Negar la existencia de las razas es parte del establishment políticamente correcto que imparten las universidades y academias norteamericanas y también europeas, el cual ha sido y sigue siendo de gran rédito político para, entre otras cosas, blanquear el pasado esclavista y colonialista de ciertos imperios de antaño.

Esta discursiva ha sido absorbida e inoculada por la izquierda en Hispanoamérica, planteando un giro hacia pautas y lineamientos culturales e ideológicos establecidos desde esa región del mundo, lo cual acaba favoreciendo en gran medida la influencia política y cultural de Norteamérica y de Europa sobre nosotros.

Por lo tanto, a quien escribe, le parece de muy mala fe y de una gran falta de honestidad intelectual atribuirle al hispanismo ese postureo progresista o algún tipo de aspiración “globalista”. Son acusaciones que no tienen ni pies ni cabeza. Siempre soy el primero en aceptar la crítica al hispanismo, de hecho soy el primero en criticarlo y reconocer que hay gente de todo tipo y color ahí dentro; pero de ahí a esa persistencia voluntaria en el error ya es soberbia y altanería, no es una crítica genuina.

Para culminar, quisiera hacer una breve reflexión: Ignorar el ethos que subyace en las distintas nacionalidades hispanoamericanas es no comprender absolutamente nada de lo que realmente configura nuestras identidades nacionales. Que las mismas se construyen sobre ese ethos, y que sin él, no habría unidad nacional posible. Sin España no habría Argentina, ni Uruguay, ni Paraguay, Perú, Venezuela o México. Por lo cual ese chovinismo de corneta que le achaca un afán centralizador o globalista al hispanismo (ve a saber tú qué borde entenderá esta gente por «globalismo») es una insensatez, que tristemente muchos se la toman en serio, y que en lugar de sumar a la pugna por defender nuestras identidades nacionales, sólo favorece a los usureros foráneos para legitimar sus impertinencias e intromisiones en nuestras naciones.

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