No todo lo que brilla es oro

Ante los graves problemas que surgen en la actualidad, el católico se ve arrinconado contra la pared por un progresismo que deja caer sobre él toda su artillería pesada (medios de comunicación, artículos, cine, etc.). Sumamos a este asedio la debilidad de muchos pastores de la Iglesia que, en lugar de guiar al rebaño, han decidido sentarse a ver cómo los lobos se llevan a las ovejas o incluso dan paso libre para diezmar el rebaño.

Ante este panorama depresivo es cuando aparecen los paladines, hombres y mujeres que no temen enfrentarse al progresismo, siendo muchas veces las voz de mayorías. Por ejemplo, podemos hablar de Agustín Laje, Nicolás Márquez, Concepción Brandolino, Ben Shapiro, etc. Muchos católicos empezamos a consumir su material, como libros, debates y artículos.

De ahí que tengamos distintas clases de híbridos católicos, desde aquellos que reivindican el liberalismo hasta aquellos que mezclan el catolicismo con el nacional–socialismo. Ambos grupos distorsionan el catolicismo poniéndolo debajo de la ideología que profesan.

Alguno dirá: «¿Qué tiene de malo?, total, dicen verdades». Pero no todo lo que brilla es oro: el católico debe quitarse la idea de que el enemigo de mi enemigo es mi amigo. Es cierto, hubo y hay gente que se  enfrentó a la izquierda, esto no quiere decir que la ideología que mantienen  sea compatible con la fe católica. En este breve escrito solo se abordará el tema del nacional-socialismo.

Católicos neonazis

¿Cuántas veces no hemos visto gente reivindicando a Hitler y su ideología por haberse enfrentado a los comunistas y sionistas? Pero el culto a la personalidad llega a tal punto que tienen  la imagen de un Hitler católico llegando a creer que el nacional-socialismo  es compatible con el catolicismo, o peor, que el nacional-socialismo es católico. Lo cierto es que el  católico no puede ni debe mancharse con el nacional-socialismo. Si lo hace, está negando  su fe católica mezclando  trigo y cizaña.

¿Era Hitler católico?

No, no lo era. Sus ideas, dichos y hechos se alejan de un católico ejemplar, desde avalar el aborto con frases como:

Un Estado de concepción racista tendrá, en primer lugar, el deber de sacar al matrimonio del plano de una perpetua degradación racial y consagrarlo como la institución destinada a crear seres a imagen del Señor y no monstruos, mitad hombre, mitad mono.[1]

Los defensores del ‘Führer’ y del nacional-socialismo sostienen que este era católico por algunas fotos de Hitler saliendo de algún templo católico o soldados alemanes en una misa. Lo cierto es que Hitler como buen político moderno seguiría a Maquiavelo: «El fin justifica los medios». Por ello, no es raro ver que Hitler, para consolidar su poder, haya logrado conseguir la confianza de católicos por un lado y de protestantes por otro.

El Führer estaba en contra de la misión universal de la Iglesia, que es evangelizar a todo el mundo, de ahí que la Iglesia sea católica. Tal misión viene desde nuestro señor Jesucristo: «Id, pues, y haced discípulos a todas las gentes bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo».[2]

Por el contrario, Hitler llegaría a decir:

Hasta nuestra Iglesia, que habla siempre del hombre como «creado a imagen y semejanza de Dios», peca contra ese principio, cuidando simplemente del alma, mientras deja al hombre descender a la posición del degradado proletario. La gente queda llena de vergüenza al ver la actuación de la concepción cristiana, en nuestro propio país, su «impiedad» (exaltación) para con esos individuos raquíticos de espíritu y degradados de cuerpo, mientras procura llevar la bendición de la Iglesia a cafres y hotentotes. Mientras los pueblos europeos son devastados por una lepra moral y física, el errante y piadoso misionero del África Central organiza comunidades de negros, al mismo tiempo que fomenta y justifica en nuestra «elevada cultura» el atraso de los individuos sanos y de los perezosos, incapaces y bastardos.

Sería mucho más noble que ambas iglesias cristianas, en lugar de importunar a los negros con misiones, que éstos no desean ni comprenden, enseñasen a los europeos, con gestos bondadosos, pero con toda seriedad, que es agradable a Dios que los padres no sanos tengan compasión de las pobres criaturas sanas y que eviten traer al mundo hijos que sólo aportan infelicidad para sí y para los demás.

Por un lado, Hitler se opone la idea de llevar el evangelio  a todos los pueblos,  y por otro, solo busca tener una sociedad materialista donde se evite «traer al mundo hijos que solo aportan infelicidad para sí  y para los demás». Esta misma idea tiene la sociedad actual para justificar el aborto, llegando a ver países que se sienten orgullosos de no tener niños con  discapacidad,  ya que son abortados.[3]

De ahí que Hitler piense a que  el Estado debe regular todos los ámbitos de la vida del ciudadano, buscando para esto tener ciudadanos corporalmente perfectos:

El Estado Racista debe partir del punto de vista de que un hombre, si bien de instrucción modesta pero de cuerpo sano y de carácter firme, rebosante de voluntad y de espíritu de acción, vale más para la comunidad del pueblo que un superintelectual enclenque.[4]

Por lo mismo, el nacional-socialismo no dudará en alegar que el Estado debe elegir quiénes son los ciudadanos más aptos para procrear. No es raro ver nacional-socialistas que tienen un culto por el Estado que bien podríamos llamar ‘estatolatría’. Viendo estos errores emerger, su Santidad León XIII nos advertirá en su encíclica Rerum novarum: «No es justo, según hemos dicho, que ni el individuo ni la familia sean absorbidos por el Estado; lo justo es dejar a cada uno la facultad de obrar con libertad hasta donde sea posible, sin daño del bien común y sin injuria de nadie…”[5]

Mientras el ‘católico’ neonazi  desea replicar el Tercer Reich, el católico verdadero busca el  Reinado Social de Cristo, es decir, el Estado tiene la  obligación de admitir el culto divino en la forma con que el mismo Dios ha querido que se lo venere. Esto dista mucho del nacional-socialismo, donde el culto a Dios es secundario, sin olvidar el relativismo liberal que lleva a venerar a cualquier deidad.

En este sentido, no será raro ver neonazis que crean conveniente que existan pueblos y  personas que adoren diferentes  deidades, mejor aún si estas tienen como base su ‘identidad’. EL NACIONAL-SOCIALISMO NO TIENE COMO FIN LUCHAR POR LA CRISTIANDAD.

Ya nos advertía el venerable Pío XI: «Solamente espíritus superficiales pueden caer en el error de hablar de un Dios nacional, de una religión nacional, y emprender la loca tarea de aprisionar en los límites de un pueblo solo, en la estrechez étnica de una sola raza, a Dios, creador del mundo, rey y legislador de los pueblos, ante cuya grandeza las naciones son como gotas de agua en el caldero (Is 40, 5).»[6]

Primer Congreso Internacional Identitario

Quizá no todos tuvieron la oportunidad de chocarse con un nacional-socialista,  y los que sí la tuvimos, los veíamos como gente rara que va por las redes sociales publicando  la doctrina nacional-socialista, vistiéndose como un nazi del siglo pasado, celebrando el cumpleaños de Hitler y demás tonterías. Lo que puede sorprender a muchos es ver a ciertos paladines comulgar con tales ideas o incluso reunirse en un congreso internacional donde los principales conferencistas sean grandes intelectuales que reivindican a Hitler y el nacional-socialismo.

Eso fue lo que pasó el 2015 en México, cuando se llevó el primer congreso Internacional Indentitario con gente como David Duke, Chinda Brandolino, Pedro Varela entre otros. En efecto alguno llegara a decir: «No le veo nada de malo, hablaron de problemas geopolíticos, dijeron grandes verdades; además, no atacaron a la Iglesia porque muchos de ellos son católicos».

Hay que aclarar lo siguiente para quitarnos la idea de que no todo lo que brilla es oro:

  1. Que una persona diga una verdad no significa que esta verdad   dignifique los errores que mantiene. Ergo, si un neonazi se opone a al aborto, no quiere decir que su ideología ya es compatible con la fe católica.
  2. Uno de los problemas que se puede presentar es que haya católicos  que de buena fe que se adhieran a tal movimiento y a  las ideas  de estas personas, llegando  mezclar catolicismo con nacional-socialismo, pues ignoran el Reinado Social de Cristo o no tuvieron la oportunidad de leer la encíclica Mit brennender sorge, que condena el nacional-socialismo.

Si bien en dicho congreso no se habló contra la Iglesia y algunos de los disertantes que asistieron dicen ser católicos, al final evitan hacer referencia al verdadero Dios, llamándolo simplemente ‘creador’. El movimiento está conformado con gente como David Duke, ex líder del KKK, un racista protestante. Para el ‘identitario’, la verdadera religión  queda  como algo secundario, ya que ven como un  principio básico del movimiento lo siguiente:

«El hombre es irrepetible, aporta y participa de muchas identidades: La propia, la familia, su vecindario o comunidad geográfica inmediata, su ciudad, región, nación, etnia, religión, cultura y otros muy diversos entes sociales laborales, intelectuales, artísticos, deportivos, etc. Toda persona y legítima comunidad, en la búsqueda de su realización, encuentra su identidad y enriquece al resto de la humanidad. Es un enfoque falso y ofensivo a todos, la pretensión supremacista de cualquier hombre o grupo.»[7]

El identitario no lucha por la cristiandad, ya que al haber en ese movimiento gente que no tiene como ‘identidad’ la religión católica  no es necesario llevarle la verdadera fe, cada quien cree en lo que quiere con tal de que venere a un ‘creador’. Por cierto, el movimiento también tiene como fin «realizar proselitismo personalizado. Atender al menos a un prospecto o candidato Identitario con virtudes relevantes; ideal en esta etapa expertos en comunicación y TI.»[8]

Al final, bajo esta lógica, no importa formar verdaderos católicos, sino identitarios que ayuden a  propagar sus ideas dejando de lado el verdadero culto a Dios. Ya lo decía el Papa León XIII:

«Todo hombre de juicio sincero y prudente ve con facilidad cuál es la religión verdadera. Multitud de argumentos eficaces, como son el cumplimiento real de las profecías, el gran número de milagros, la rápida propagación de la fe, aun en medio de poderes enemigos y de dificultades insuperables, el testimonio de los mártires y otros muchos parecidos, demuestran que la única religión verdadera es aquella que Jesucristo en persona instituyó y confió a su Iglesia para conservarla y para propagarla por todo el tiempo.»[9]

No todo lo que brilla es oro, por lo mismo pretendemos dar cura al cáncer actual con placebos como estos cuando solo Cristo tiene la verdadera cura.


[1] Adolf Hitler, Mi lucha. Editorial Solar y Cía. 4ª Edición. Traducido por Miguel Serrano. Santiago de Chile, noviembre de 2002.

[2] San Mateo 18:19.

[3] Adolf Hitler, op cit.

[4] Adolf Hitler, op cit.

[5] León XIII Encíclica Rerum Novarum, 26.

[6] Pío XI, Encíclica Mit brennender sorge, 15.

[7] Metapedia, Primer Congreso Internacional Identitario.

[8] Ídem.

[9] Leon XIII Encíclica Inmortale Dei, 4.

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